Efecto
‘boomerang’
Julián
Parra Ibarra
Al
arranque de las campañas presidenciales, una vez que el Instituto Nacional
Electoral (INE) definió las fechas de realización y que serían tres los debates
obligatorios para los aspirantes de las diferentes coaliciones y los –entonces-
dos candidatos presidenciales, los postulados por partidos se frotaron las
manos porque, según sus cálculos, y habida cuenta que entre las principales
virtudes de Andrés Manuel López Obrador no está la oratoria ni su capacidad de
debatir, en esos ejercicios podrían bajarlo de las tendencias del voto
ciudadano, de tal forma que de acuerdo a aquellos pronósticos, a estas fechas
ya debería estar desplazado a la segunda posición en el mejor de los casos, y a
la tercera en el peor de los escenarios.
Tras
el primer debate realizado en la ciudad de México, la banda de fluctuación de
las preferencias electorales no sufrió mayor alteración. Hubo sí, pequeños
ajustes, pero entre los puntos que perdieron los de abajo, el puntero desde el
arranque de las campañas tuvo un ligero cambio al alza, de tal forma que en vez
de redituarles dividendos a los candidatos José Antonio Meade Kuribreña y
Ricardo Anaya Cortés, aquél ejercicio lo que provocó fue que se encendieran
luces amarillas en sus respectivos ‘war room’.
Se
pensaba pese a ello que, al estar a mitad de la campaña habría tiempo para
asestarle los golpes necesarios en el segundo y en el tercer debates ¿Y sabe
qué pasó? Nada. Que ligeramente, pero López Obrador siguió creciendo en todas
las mediciones realizadas por las principales casas encuestadoras del país.
Este
es un caso inédito. Tradicionalmente quien arrancaba la campaña de puntero con
una gran ventaja, con el paso de los días las tendencias se iban normalizando y
había un ajuste normal del puntero a la baja. En el caso de AMLO eso no ha
sucedido. Cada mes ha tenido, aunque ligero, pero un constante crecimiento. El
tiempo se agota y parecer ser que ya no hay el suficiente como para alterar
drásticamente las preferencias del electorado.
Seguramente
sin proponérselo, pero los principales impulsores de la figura de Andrés Manuel
han sido justamente el PAN y el PRI. Los primeros, por haber decepcionado y
hasta traicionado a quienes en dos sucesivas administraciones les otorgaron la
confianza, con la ilusión de que en este país se generara un cambio y, como se
dijera en un slogan no oficial en algunas campañas políticas: la reversa
también es cambio.
Y México cambió, pero para mal, durante la administración
foxista se desmanteló el Cisen y con ello se perdió entre otras cosas el
‘control’ que se tenía sobre los cárteles que operaban en ese tiempo en nuestro
país; y en la calderonista porque se inició la mal llamada guerra contra el
narco, que sumió en la peor crisis de violencia e inseguridad en décadas, de la
que a la fecha no hemos logrado salir.
En el
caso de los priistas, como diría Felipe Calderón ‘haiga sido como haiga sido’,
regresaron a Los Pinos, pero los escándalos de corrupción en que se vio inmerso
el presidente Peña Nieto y su círculo más cercano, además de la voracidad,
cinismo e insultante enriquecimiento y corrupción de los gobernadores emanados
dese partido, fueron minando la credibilidad y la confianza de los ciudadanos
en el Presidente, al grado de colocarlo en el nivel más bajo de aceptación
desde que se llevan a cabo mediciones de esta naturaleza. Peña Nieto en los
hechos mostró tener mayor lealtad a sus amigos -a los que cobijó con el manto
de la impunidad-, que al País, que en muchos sentidos se le fue deshaciendo a
pedacitos entre las manos.
Esos
han sido factores fundamentales para que una importante porción de los
ciudadanos haya encontrado en la figura de Andrés Manuel –que además tiene más
de una década en campaña-, la única esperanza de alcanzar un cambio en este
país. Y eso es lo que se ha convertido en la coraza que le protege de todas las
críticas y ataques, que no han surtido los efectos esperados por quienes se los
lanzan. Más bien al contrario, han tenido un efecto ‘boomerang’. Porque mucha
gente tiene años acariciando la posibilidad de un cambio que no ha encontrado
en los otros partidos, y hoy ven en AMLO la única esperanza de lograrlo. Por
eso el comportamiento atípico de estas campañas, y de una buena parte del
electorado.
Estamos
a prácticamente a dos semanas del día de la elección y parece que lo mejor es
que se vaya asumiendo lo que a todas luces parece inevitable. México no se
puede detener llegue quien llegue a la Presidencia, y todos tendremos que
respetar las voluntades de la mayoría. Así son las democracias, en las que se
puede ganar o perder por un solo voto -si no pregúntenle a Felipe Calderón-.
@JulianParraIba
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