jueves, 24 de septiembre de 2020

A LA BÁSCULA


¿Por qué?

Julián Parra Ibarra

Hace algunos meses el doctor Miguel Francisco Crespo Alvarado, integrante del Consejo de Participación Ciudadana del Sistema Estatal Anticorrupción de Coahuila, escribió una columna que tituló ‘¿Por qué?’, y cuyo contenido se me quedó casi grabado por completo porque desde el principio y hasta el final, planteó solamente preguntas. Acaso abusando de su generosidad y comprensión, hoy le tomo prestados no sólo el título, sino algunas de los cuestionamientos que dejó sobre la mesa, porque siguen teniendo vigencia.

¿Cómo ocurre que, lo que antes fue objeto de críticas y denostaciones, hoy es justificado y hasta apasionadamente defendido? ¿Qué tienen de distintas la corrupción y las ineficiencias actuales que ya no son dignas de rechazo como las de antes? ¿Por qué los abusos y los excesos de hoy no perturban ni indignan como los de ayer? ¿Cómo es que los conflictos de interés dejaron de ser merecedores de reclamo?

¿Qué pasó que dejaron de exigir aquello que antes consideraban justo? ¿Continuarán por la vía de la descalificación de todo aquel que señale? ¿Seguirán matando al mensajero en vez de prestar atención al contenido de su mensaje? ¿Cerrarán, con tal de no dar su brazo a torcer, todo camino a la reflexión y el análisis? ¿Seguirán suponiendo como verdadero sólo aquello que refrenda su postura?

¿Por qué creen que México ya no los necesita críticos, demandantes y participativos? ¿Por qué?

La crítica a los poderosos –ha dicho en entrevista hace un par de días el ‘Monero’ Helio Flores-, es indispensable en el periodismo. Pero hoy todo lo que suene a crítica supone un ataque y en automático convierte a quien la ejerce, en enemigo, adversario, conservador, y también en automático, como escribe Crespo Alvarado, hay que matar al mensajero antes que poner atención y analizar el mensaje.

Y no, no es como dicen que ejercer críticas al actual gobierno es solo de aquellos que quisieran que regresara la corrupción a nuestro país. Por el contrario, uno quisiera que la bandera que se enarboló durante casi dos décadas de campaña y que se sigue esgrimiendo todavía como si las campañas no hubieran terminado, que se cumpliera cabalmente conforme a la ley.

Que la espada de la justicia cayera inclemente en contra de todos los corruptos que durante años y años, décadas y décadas, sexenios y sexenios han saqueado y robado –y algunos lo siguen haciendo-, al país, pero lastimosamente pareciera que ese sueño abrazado por muchos mexicanos de terminar con la impunidad, está lejos de ser alcanzado.

¿Cuántos de los insistentemente señalados, acusados y exhibidos se encuentran tras las rejas, y enjuiciados por un régimen que ha dicho que acabará con la corrupción, el verdadero cáncer de este país? Se pueden contar con los dedos de una mano: Rosario Robles, cuyo caso tiene una enorme carga de venganza personal y de misoginia; Emilio ‘L’ como dice su expediente o ‘Señor Lozoya’ como lo llama el presidente, pero quien ni por un segundo ha pisado la cárcel ¿y cuántos más?

El motor que mueve a la corrupción en este y en cualquier país del mundo, es la impunidad, mientras no haya castigos verdaderos y ejemplares contra los corruptos, las cosas no van a cambiar y la corrupción va a seguir galopante aunque se trate de disfrazarla y llamarla de distintas maneras para suponer que ‘no es lo mismo de antes’.

“No tendremos un México con mayor justicia y menos pobreza si sus jóvenes se vuelven acríticos y se convierten en lo que siempre criticaron”, escribió hace unos días el columnista Genaro Lozano.

Y los antiguos decían que ‘al amigo se le hiere con la verdad para no destruírsele con la mentira’. Criticar, señalar, analizar, ¿es por sí mismo un ataque como para inmediatamente ser considerados como enemigos, como adversarios? ¿Incluso aquellos que formaban parte del primer círculo por el simple hecho de no comulgar con la forma como se hacen las cosas y prefirieron dar un paso al costado?

Sólo Dios no se equivoca, y hay quienes juegan a serlo, porque sienten que nunca se equivocan, y nadie tiene derecho de cuestionar nada, so pena de convertirse en adversario, conservador y defensor de que vuelva la corrupción ¿Por qué?

Y por eso retomo para cerrar, a Crespo Alvarado ¿Por qué creen que México ya no los necesita críticos, demandantes y participativos? ¿Por qué?

 

laotraplana@gmail.com

@JulianParraIba 

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