El
regreso de Lalo Olmos
Julián Parra Ibarra
Por primera ocasión desde que dejó el cargo como alcalde
de Torreón, Eduardo Olmos Castro reapareció la tarde de este viernes en un
evento público, en la sesión de Consejo Político Municipal del PRI, en la cual
se llevó a cabo el cambio de estafeta en la dirigencia municipal del Tricolor,
en la que el diputado local Paco Dávila le entregó el puesto a Shamir Fernández
Hernández, diputado local electo.
Olmos Castro, que pasó a la historia como el peor alcalde
que ha tenido Torreón en los 107 años que tiene de existencia, se pavoneó a lo
largo y ancho del Auditorio Braulio Fernández Aguirre -donde se llevó a cabo el
evento-, al lado del gobernador Rubén Moreira, del alcalde Miguel Ángel
Riquelme, y del dirigente estatal del PRI, David Aguillón Rosales.
Tras el evento, Lalo acompañó a un selecto grupo que cenó en el Denny’s, allá por el rumbo de
galerías. A la cabeza, obvio, el primer priista de Coahuila, Rubén Moreira
Valdez; el dirigente estatal del PRI, David Aguillón; el eficiente secretario de Desarrollo Social, Rigo
Fuentes; el alcalde torreonense, Miguel Riquelme; el secretario del
Ayuntamiento, Jorge Luis Morán Delgado; y, el secretario de Acción Electoral
del CEN del PRI, el duranguense Samuel Aguilar Solís.
Olmos Castro lució en todo momento una sonrisa de oreja a
oreja y cómo no si está por integrarse al primerísimo equipo del gobernador
Rubén Moreira. Consultado uno de sus allegados a qué dependencia iría el ex
alcalde torreonense, presumió que sobre la mesa le pusieron tres opciones para
que eligiera la que mejor le pareciera, “y va a una posición de lo mejor”.
¿A Desarrollo Social?, le pregunté y me dijo: “Nombre,
mucho más que eso” ¿Entonces a la secretaría de Gobierno? “No te puedo decir todavía,
pero algo mucho mejor, pero ya en estos días le dan el nombramiento,es de lo
mejor, al más alto nivel”, volvió a contestar.
Dos secretarios del actual gabinete del gobernador están
muy encaminados ya rumbo a una de las candidaturas a diputados federales para
la elección del año entrante: Francisco Saracho Navarro, de Infraestructura; y
Armando Luna Canales, de Gobierno. Esas son las dos posiciones que quedarán
vacantes próximamente y son a las que se supone podría aspirar.
El puesto de Luna Canales de entrada, le queda demasiado
grande a alguien de tan baja estatura política y moral, que no solamente no es
un buen negociador ni conciliador, que son de las principales virtudes que debe
tener un buen secretario de Gobierno –como lo ha sido Armando Luna-, sino que
Lalo es del tipo de políticos que le gusta mentir y engañar a la gente, que
esconde la cabeza como los avestruces cuando los problemas se avecinan.
No, esa posición no es para él, sobre todo porque sería
algo muy similar a una mentada de madre para los coahuilenses, pero principalmente
para los laguneros, y no me parece que Rubén Moreira tuviera la intención de
agraviar así a los ciudadanos de esta región.
Así, las flechas apuntan a Infraestructura, un puesto que
Olmos ocupó ya durante la administración de Humberto Moreira, y cuando la
dependencia todavía se llamaba secretaría de Obras Públicas.
Sin embargo, surgen muchas interrogantes que quizá sólo Rubén
Moreira podría despejar ¿Qué méritos tiene Lalo Olmos para ser integrado al
equipo del Gobernador? ¿Ese es el premio a qué, o por qué? ¿Son 10 meses
suficientes como para que la gente haya dejado en el olvido todos los agravios
en contra de la ciudad y los ciudadanos? ¿Hay que ser el peor alcalde de la
ciudad en su historia para que sea considerado como mérito y premiarlo?
Eduardo Olmos Castro llegó a la alcaldía de Torreón con
las más altas expectativas luego de dos administraciones panistas consecutivas
y en las que se consideró –sobre todo en la de José Ángel Pérez-, que Torreón
había caído en el peor de los descuidos en los servicios básicos, y además la
pretendida ‘Mejor Policía del Norte’, terminó por convertirse en la peor del
país. Lalo alcanzó la más alta cantidad de votos para un alcalde ganador, y con
una enorme diferencia sobre su más cercano perseguidor.
¿Y qué pasó? Que Eduardo Olmos y su administración fueron
un espejismo: Torreón se fue hundiendo cada día de su cuatrienio, hasta quedar
sumido en la peor crisis de su historia. El propio municipio ayudó para que
muchas empresas se fueran a la quiebra.
En Torreón, la ciudad de los grandes esfuerzos, la Perla
de La Laguna, de pronto se convirtió en el peor de los infiernos: se convirtió
en el municipio más violento del país y en una de las regiones más violentas
del mundo; la inseguridad campeó en estas tierras, los secuestros, levantones,
ejecuciones estuvieron a la orden del día.
Empresas cerraron sus puertas, muchos empresarios se
llevaron sus inversiones y la generación de empleos a otras partes del país,
huyendo no sólo de la violencia, sino del valemadrismo que caracterizó a la
administración olmoscastrista.
Los malabares financieros y las mentiras como moneda de
uso corriente de parte del tesorero Pablo Chávez Rossique, hundieron también en
la deuda más alta del municipio; Simas se convirtió en un verdadero cárcamo de
aguas negras. Pero el descuido en los servicios básicos como limpieza,
alumbrado, pavimento y seguridad, se contraponen con la ‘desaparición’ del más
alto presupuesto que Torreón haya tenido jamás en su historia, y encima deudas
escondidas comprometiendo no sólo a
esta, sino a las siguientes administraciones.
Quizá sólo aparejada y terrible como la de inseguridad,
Torreón cayó en la peor crisis de credibilidad y de confianza hacia sus
autoridades, un lastre del que no ha terminado de desprenderse Miguel Ángel
Riquelme Solís.
Por qué –como a los policías- a funcionarios que tienen
este tipo de antecedentes, no los someten a pruebas de control y de confianza.
Le apuesto doble contra sencillo que Lalo no las pasaría ni dando un moche para
que le dieran una buena calificación. Pobre Coahuila.
Twitter: @JulianParraIba
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