jueves, 12 de septiembre de 2019

A LA BÁSCULA


A mi querido amigo Sergio Uribe Rodríguez, a quien abrazo con muchísimo cariño en
estos momentos de dolor, por la partida de su hermana Luz María

Ejército Respetado
Julián Parra Ibarra

En los años de mi ya un poco remota infancia -y creo que al igual que muchos niños de
la época-, me gustaba soñar junto con mis amigos qué quería ser de grande, y una de las
imágenes que más entusiasmaba era de llegar a ser soldado, piloto para volar aviones,
bomberos o por lo menos policía. Siempre he creído que uno de los principales
atractivos era poder portar el uniforme correspondiente que por sí mismo daba un gran
prestigio e inspiraba respeto.

Por supuesto que había quién soñaba con ser maestro, ingeniero, médico, licenciado
pero no faltaba el que quería ser futbolista, carpintero o hasta chofer para poder
manejar los grandes camiones o hasta ‘tráileres’. Había de lo más variado, pero todas las
proyecciones eran hacia una profesión o un oficio encaminados a una vida productiva.
Ser militar, portar el uniforme verde olivo, y poder llegar a ser ‘capitán’ o ‘general’, era
algo que nos llenaba de orgullo. Quizá era a lo que un mayor número de niños
aspirábamos a ser ‘de grandes’.

En un mundo en el que pareciera que la escala de valores se ha venido invirtiendo en los
años recientes, y en un país que en apenas poco más de una docena de años se ha
venido sumiendo en una aparentemente interminable espiral de violencia, de sangre, de
dolor, de muerte, -aunque por fortuna no todos- hay niños que aspiran a ser narcos,
sicarios.

Hoy pocos niños sueñan con ser soldados, pero para los adultos nuestras fuerzas
armadas siguen siendo la institución con mayor credibilidad y confianza de parte de los
ciudadanos. Aunque de diferente manera muchos han venido intentado desgastar y

minar la imagen de nuestro Ejército, Marina y Fuerza Aérea, la gran mayoría seguimos
sintiendo un enorme respeto y credibilidad en nuestras Fuerzas Armadas.

Por ello resultaba indignante, irritable, ver cómo a nuestros militares salían a las calles a
cumplir con labores policiacas con las manos amarradas, sin poder actuar siquiera en
defensa propia cuando son agredidos por ‘huachicoleros’, por ‘grupos de autodefensa’,
por civiles de organizaciones estudiantiles, de comerciantes o simples porros, porque la
instrucción era que no debían responder, porque al ‘pueblo bueno’ no se le agrede ni
reprime. Con impotencia y rabia vimos imágenes de soldados nuestros sometidos,
desarmados, sobajados, humillados por civiles armados que les obligaron a hablar con
sus superiores para ser utilizados como moneda de cambio para que el Ejército les
regresara las armas que les habían sido decomisadas, entre ellas una Barret ¡Y se las
regresaron!

Esas imágenes eran tan degradantes para nuestras fuerzas armadas, como en su
momento lo fueron las que poco a poco se fueron construyendo a partir de que, sin
tener un marco legal adecuado para ello, nuestros militares fueron lanzados a las calles
para realizar labores policiacas, en la guerra decretada en su momento por Felipe
Calderón contra el narco. Entonces las imágenes transmitidas eran de un Ejército
violador de los derechos humanos, autor de ejecuciones extrajudiciales, represor y
asesino.

Como en todo, ambos extremos son negativos, y como en todos lados ‘hay de todo en la
viña del señor’ pero no todos los integrantes de nuestros institutos armados son
represores, asesinos ni violadores de los derechos humanos; pero tampoco se trata de
que salgan a enfrentar a la delincuencia organizada con una biblia en la mano en vez de
sus armas que les permite la ley –que establece que son para uso exclusivo del Ejército-,
para tratar de ‘convertir’ a los narcos y sicarios diciéndoles ‘fuchi, guácala’ y pedirles
que piensen en sus mamacitas.

Por ello, para una gran parte de la sociedad mexicana resulta positivo que el gobierno
de la autoproclamada cuarta transformación, con sus asegunes, haya ya autorizado que
nuestros soldados respondan ante las agresiones de que han venido siendo objeto, pero
sin excederse.

Los agresores de nuestros militares, portan para cometer esos actos, armas de grueso
calibre, convencionales y otros, machetes, cuchillos, piedras y palos que igualmente
pueden causar la muerte. Nuestros militares ¿qué armas portan para defenderse y
responder a las agresiones? Aquellas que la Ley les permite y que son calificadas como
‘para uso exclusivo del Ejército’, pero también el uso que la propia ley les confiere con el
monopolio de la fuerza.

Institucionales y disciplinados al extremo como ya nos lo demostraron en los hechos que
son, nuestros militares sabrán hacer uso discrecional y responsable de los instrumentos
que la Ley les permite, pero es imprescindible que ya no volvamos a ver imágenes de
nuestros soldados humillados, sobajados, pisoteados, sometidos.

Nuestras Fuerzas Armadas merecen, y tienen todo el respeto no del ‘pueblo bueno’ al
que se le tolera todo, sino de los ciudadanos que seguimos creyendo, pensando,
opinando que la institución de mayor credibilidad en este país, sigue siendo el Ejército y
Fuerza Aérea, la Marina. El nuestro debe ser un Ejército respetuoso, pero también
respetado.

laotraplana@gmail.com
@JulianParraIba

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